Durante la estancia romana en la península ibérica la ubicación exacta de las minas de oro de Las Médulas era un secreto de estado. Toda una legión se ocupaba de protegerlas y custodiarlas (de ahí el nombre de la ciudad de León, sede del campamento militar romano). Plinio, el viejo, estuvo allí y éstas fueron sus impresiones: "Lo que sucede en Las Médulas supera el trabajo de los gigantes. Las montañas son agujereadas a lo largo de una gran extensión mediante pasillos y galerías hechos a la luz de las lámparas. Durante meses, los mineros no pueden ver el sol y muchos de ellos mueren dentro de los pasadizos. Este tipo de mina se denomina ‘ruina montium’. Las grietas que se esculpen en las entrañas de la piedra son tan peligrosas que resulta más fácil buscar púrpura o perlas en el fondo del mar que abrir cicatrices en la roca. ¡Tan peligrosa hemos hecho a la Tierra!"
Hoy en día resulta complicado hacerse esa misma imagen pero no cabe la menor duda de que hay algo en ese paisaje desolado que despierta los sentidos.
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